Resulta que los privilegiados estudiantes de arquitectura, al sexto año de carrera o por ahi, se mandan un viaje alrededor del mundo. Hoy por hoy la cosa dura 7 meses, antes era más tiempo pero la crisis llega hasta las más sagradas instituciones. Hace muchos años atrás, cuando yo estudiaba arquitectura, el tema del viaje no me hacía tanta ilusión, en aquel entonces no había descubierto yo el placer de viajar, el tema de las rifas me estresaba más que lo que veía en aquel entonces como el beneficio de viajar… y después se dice que la gente no cambia!
Lo cierto es que no hice yo mi viaje de arquitecta – tampoco fui arquitecta ;) aunque le dediqué unos años – pero confieso que me gustó formar parte de el viaje de otros. Hacer de “hospitalaria” en el camino, algo así como el camino de Santiago pero más en grande. Esta semana estuvieron por acá Ale y Bibi – nótese que para los viajeros usamos el verdadero nombre nomás, los posts sobre historias de acá van siempre de seudónimos. Si bien me habían contactado estudiantes randómicos vía couch-surfing, en este caso la casa estaba reservada ya desde hacía tiempo para ellos. Y es que a Ale lo conozco de toda la vida y a la vez no tanto, es uno de los mejores amigos de mi hermano menor. Lo cierto es que fue súper cómico intercambiar historias familiares con alguien que las conoce todas pero con otra luz. Ahí es que te das cuenta que es verdad eso de que los amigos de mis amigos son mis amigos. Intercambiamos historias, rellenamos huecos de historias que uno u otro no conocía. (Lo más divertido fue la historia del control remoto, que yo no la sabía!!! Pero no la puedo detallar acá porque tendría que usar pseudónimos ;);)
Que quede aquí documentado, que estos chicos no solo han heredado la mano con las galletas, se mandaron un pastel de jamon y choclo con masa hojaldrada hecha a manito, una torta de manzana riquísima, en fin, que comimos muy bien! Yo intenté hacer lo mío con los tradicionales capelettis a la carusso. Como siempre la buena comida tiene que acompañar a la buena compañía. :)
El miércoles fuimos a escuchar blues a un bar supuestamente famoso por su música y ambiente, pero coincidimos con 200 estudiantes que se graduaban y aquello fue bastante caos. Había que hacer cola hasta para irse y escuchabas la música con un bullicio de fondo demasiado alto para mi gusto. Un tanto de malhumor porque yo quería llevar a los chicos a algún sitio tranqui donde el highlight fuera la música y por eso no fuimos al House of Blues. Pero bueno, al menos la primera banda era realmente buena, y le dimos chance a la cocina de mi casa de no sorprenderse de tanto uso todo junto.
Lo lindo de esto de albergar gente es que uno siempre aprende cosas nuevas. Uno pone la casa nomas, pero siempre te queda algo que es mucho más valioso para mí que es conocer cosas nuevas. Ya sea un grupo de música, algún sitio al que agregar en la lista de cosas que visitar en la vida, algún sitio que descubrirte mientras explorabas la ciudad con ellos, lo que sea, pero siempre te queda algo. Y después uno puede tener más chance con sus hermanos en eso de la “experiencia de vida” (y es que a veces los hermanos, o la familia, habla de temas muy extraños como bien notó un hombre en un restaurant años atras).
Lo cierto es que gracias a las últimas dos visitas estoy siendo re-introducida al mundo del comic a pasos agigantados. Clase intensiva arrancando por Maus y ahora From Hell que me dejaron los chicos, tomando la posta que arranco el Chapa. Esto me hizo acordar a que en realidad en casa leímos todos los clásicos de la literatura en formato comic gracias a las maravillosas Joyas Literarias Juveniles. Igual es verdad eso de que siempre se vuelve al primer amor. Con esto de mi renovada confianza en la sabiduría popular ahora le tengo más fe a eso de que 20 años no es nada o que la vida empieza a los 40.
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