Tuesday, March 25, 2008

De aviones y aeropuertos...

Por algún motivo de la vida aviones y aeropuertos siempre dan de que hablar.

En esta oportunidad [aprendí yo en mi época de encuestadora telefónica que esta era una buena forma de empezar un párrafo] la cosa arranco como otras veces, demostrando que gracias a dios la cabeza va pegada al resto de mí, y que los despistados tenemos mucha suerte. Estuve un par de días en California de visita a uno de mis clientes preferidos y muy prolija yo salí hacia el aeropuerto con tiempo, nada de andar corriendo por ahí. Pasados todos los trámites de seguridad y afines me dirijo hacia la puerta 27 con tiempo suficiente, por lo cual decido llamar a un compañero de trabajo que teníamos que rever las especificaciones de otro sistema. Me acomodo en la butaca con vista avizora sobre la puerta de embarque y ahí arrancamos a arreglar el mundo – o si no el mundo el sistema en cuestión -. La conversa viene detallada, bárbaro que podemos revisar varios puntos, que bueno que el aeropuerto está tranquilo y que no jodo a nadie yo con tanta chachara. Ahí seguimos que esto y aquello y ya pienso yo que igual tenía tiempo pero quizá no tanto como para que no hubiera movimiento alguno en la puerta 27. Nadie más sentado a mi lado esperando. Ya venimos terminando la revisión así que digo que sí, que la seguimos mañana porque igual me voy a fijar la hora que es y que está pasando en el aeropuerto, que no hay más nadie para el vuelo a Chicago.

Acto primero mirar de vuelta el ticket de embarque… oops… que era la puerta 17… que quedaba en la otra terminal. Y que casualmente es la hora en que el avión despega. Ataque de pánico que era el último vuelo desde Oakland a Chicago. Corre Lola corre. Primer punto en que apreciamos nuestra suerte es en el hecho de que Oakland es chico y entre una terminal y la otra hay una carrerita nomas. La carrerita concluye en la puerta 17. Cerrada. Nadie alrededor. Mirada desesperada de donde está el customer service para ver ahora como lo podíamos arreglar. Pero son las 6:07 y el avión todavía esta aun enchufado al tubo que no sé como se llama. Me abalanzo sobre el mostrador culpando a mi cultura que me enseño que podía ignorar a los que estaban delante haciendo cola y lloro “mi avión está todavía ahí parado!!! Que hagooo?”. El chico que está al lado mío dice “es también mi avión”. Establecemos vínculo de unidos en la desgracia y nos miramos con simpatía. La amable mujer del mostrador mira mi ticket y el de él y me dice a mi “andá a la puerta nomas que te dejamos embarcar”. “Y yo?” pregunta mi compañero en desgracia. A lo cual la chica responde “Tu no”. Así que con cara de circunstancia y agradeciendo que nuestros caminos se separaran por ese motivo le dije “chau” y corrí a la puerta que vinieron a abrir para mí. Segunda muestra de que los despistados tenemos suerte. Albricias!.

Pero, en la vida dicen que eso del karma aplica, así que para compensar tanta buena suerte…

Entro al avión sintiendo las miradas de todos sobre mí. Si señores, cuando dijeron por el altavoz que iban a esperar unos minutos para despegar por una despistada que estaba de charla al teléfono en la puerta incorrecta, era por mí. Procedo rápidamente a sentarme sin hacer mucha elección – cosa que uno siempre hace en los viajes de Southwest donde no hay asientos numerados y elegís donde te sentás -. Me llamó la atención que hubiera lugar adelante, en la segunda línea. Y que en estos sitios de 3 asientitos había una niña en la ventana y una mujer en el pasillo y quedaba el del medio libre, allí me ubique rápidamente cosa que mi cabeza estuviera tapada por la butaca y no sintiera más la mirada recriminadora del público.
Saludos de ocasión amables para ambos lados, a la niña y a la mujer, que dado que opinaba sobre si la niña debe hacer esto o aquello pensé yo que era una madre un tanto desamorada nomas que se sentaba separada de la hija, o quizá claustrofóbica que no pudiera ir en el medio y la niña histérica de la ventana. Vaya uno a saber que hay gente para todo. La cosa empezó tímidamente, mientras yo ojeaba una revista la niña opinaba sobre cada santa página y me hacia volver atrás y adelante, yo con paciencia diciéndole a la mujer que no se preocupara que estaba bien, que la niña no me molestaba. Luego no sé como salió el tema del español así que la niña que sabía contar hasta 10 quería que le enseñara yo a contar hasta 100. Al llegar a 30 ya me estaba dando un ataque de caspa así que le dije “ de acá sigue todo casi igual, solo tenés que decir el de las decenas antes y los números del 1 al 10 hasta que llegues a 100 y tá”. Acto seguido saque mi libro como clara indicación de que ya habíamos contado suficiente. Pero esos códigos de los adultos no significan nada para las inocentes mentes infantiles de los 8 años. Así que ahí tuve que contarle como se decía en español “dog”, “mom”,”chapter 6”,”you are not the only one that knows spanish in school” y montones de otras frases de diversos niveles de complejidad. No me hubiera quejado si acto seguido no hubiera sacado ella papel y lápiz para escribir todo lo que estaba aprendiendo y quería que le deletreara yo todo esto. Cuando yo le decía “be” ella me entendía “de” y yo con espíritu lectivo encima la corregía, mientras miraba a la madre con cara de “este es un buen momento para que usted le diga a la niña que ya deje de molestar a la señora”. Pero no paso.

A la hora de los refrescos la madre se pide un Chardonay y se enchufa los auriculares. Claramente esta verde de escuchar como se dicen las cosas en español y necesita un rato de relax. La niña me dice que le duele el dedito porque tenía la uña no se que… yo pensando “si tuviera un tylenol PM… o un buen plidex” y se lo pasaba como aspirineta y si quería hasta le decía como se decía en español. La niña no necesitaba una coca cola porque tenía ya uno de esos vasos de 1 litro. Deberían prohibírsela a los niños tan pequeños que no se duermen nunca!. Resignada a que el viaje no iba a ser de esos de date vuelta y dormí, saco mi laptop y me pongo a escribir cosas, a ver si al menos hago algo útil… mientras por supuesto sigo traduciendo fases y participando en la charla con la amistosa niña que ya me abraza y lo nuestro es amor, nunca aprendió tanto español todo junto.

Siguiendo las leyes de causa efecto, acción y reacción, resulta que luego del litro de coca cola la niña tiene que ir al baño cada 10 minutos, así que a pararse todos. En la tercera vuelta al baño, ella muy observadora me pregunto por qué yo no dormía en los aviones, cuando ella veía que a todos los adultos les gustaba dormir. Yo pensé que su cerebro no estaba todavía pronto para tolerar el sarcasmo o alternativamente una respuesta demasiado directa, así que le dije que estaba trabajando. Ante lo cual ella muy preocupada me dijo que no debía trabajar tanto. Bonita.

En el cuarto viaje al baño la azafata no tuvo mejor idea que regalarle una bolsa con todos los paquetes de manies que habían sobrado. Al abrir el primero volaron todos los manies por los aires. La madre de alguna forma autística había logrado estar en su boya durante todo el tiempo sin inmutarse mucho y disfrutando su chardonay. Yo ahí pensé que era verdad que el infierno son los otros. Después el súper-yo me rezongó de que “como iba a pensar yo eso de una dulce niña y que poca paciencia tenía”. Acto seguido volaron todos los paquetes de manies, ya no sé por qué motivo, pero ahí está la niña arrastrándose debajo de mi asiento en maniobras dignas del cirque de solei. Prueba superada consiguió recuperarlos. Luego de comerse todos los santos manies y faltando ya solo 10 larguísimos minutos para aterrizar resulta que se siente mal. Obvio, con todos los manies que se zampó. Insiste que además tiene que ir por quinta vez al baño. La madre le dice que estamos aterrizando y que se aguante, y que acá tenés la bolsita para vomitar si necesitas. Yo ahí pensé que era el acabose, pero le dije que mejor le decíamos a la azafata que la dejara ir al baño. La madre me dice que seguramente se puede aguantar. Y que cualquier cosa si está realmente sick ahí está la bolsita. Rápidamente puse mi laptop y camperita de cuero a salvaguarda, bruja materialista yo que ante el sufrimiento de la niña pensé en proteger mis bienes materiales. Gracias a dios sobrevivimos.

Al llegar al aeropuerto el azafato viene a buscar a la niña que aparentemente viajaba sola, que la “desamorada madre” no era tal, sino una buena señora que había intentando ponerle algún límite a la pobre niña y que luego había intentado resolverle los problemas con la bolsita para vomitar. Las apariencias engañan. Me alegré por la niña porque si esa hubiera sido su madre era comprensible que tuviera que hablarle a todo el mundo hasta por los codos durante 4 hs para compensar la falta de bola que le daba. Así que nos despedimos, grandes amigas. Así me había quedado la cabeza.

Pero ya por suerte en mi hogar dulce hogar. Aviones y aeropuertos siempre dan que hablar. Pobre de mí con lo que me gusta volar.

2 comments:

Unknown said...

Hola Lali!!,
Hacía días que no sabía de ti, y Cesar me pasa tu blog, de verdad hace rato que no me reía tanto!! Un genio absoluto para el relato, si se te ocurrieran uno de estos cuentos por día podrías trabajar de Darwin Desbocati sin problemas,
Sigo leyendo
Besote
Ceci Hughes

Phoenix said...

Opa Giusi!!!
Tanto tiempo! Gracias por los comentarios! :)
Debo confesar - con cierto alivio - que cuentos de este estilo no me pasan todos los dias no ;) ...

Besos!! Y bienvenida! :)
-L