Mientras uno acá jugaba al wii con los amigos, cena de la barra, tortilla, pinchos, queso y vino – que nunca falte un buen tanat – mi casi abuela comenzaba a morir…
Mis abuelos de verdad se fueron del país siendo nosotros muy niños. Cuando mis abuelos maternos volvieron al Uruguay, mis hermanos y yo éramos quizá muy grandes ya para tener relación de abuelo-nieta, si bien tengo si algunos recuerdos abuelísticos de la infancia y de mis abuelos maternos ya de más, pero igual así en comparándome con otra gente creo no haber tenido una figura de abuelo/abuela, salvo mi tía-abuela… Bueno, pues al caso, que “la tiucheli”, anda ahí peleando quizá sus últimos días… no era como Highlander… aun que anduvo cerca.
La tía personifica la esencia de una de las cosas que más me gusta de mi familia: empuje y alegría de la vida. Quizá por eso era difícil - para uno - verla seguir pero ya sin tantas ganas. Porque en toda la vida lo que nunca le faltaron fueron ganas, de vivir y de pelearla siempre. De ver lo mejor en cada uno. Siempre todo era fantástico, y quien fuera que cantara tenía una maravillosa voz. Mezcla de “Life is Beatiful” y “Big Fish” - al igual que muchos en la familia, quizá un poco al igual que yo -. Cuál de las dos dependía un poco del momento personal de uno, según como lo miraras, según si te venia mejor la píldora roja o la azul.
Pero más allá de sí el mundo es maravilloso o no, o de sí cantamos cada día mejor como Gardel, mi tía vivió – todavía vive – una buena vida, una vida en que siempre se distinguió por dar. Dar sin mirar a quien, dar por la alegría de hacerlo. Una vida generosa. Con cierto nivel de inocencia – ese nivel de inocencia que es necesario tener para vivir en un mundo feliz - que seguramente hizo que alguna vez se diera contra algún muro, pero sí lo hizo no le cambio el nivel de optimismo y confianza en que la gente y el mundo eran buenos. Su marido murió joven, no tuvo familia propia y seguramente la quiso, pero el resto del mundo fue un poco su familia, y mi familia quizá un poco más.
Si en realidad uno se detiene a mirarlo, le pasaron muchas malas… pero aun así vio lo mejor en todo, y toco la vida de mucha gente. En cierta forma una inspiración. Siempre quiso vivir. Y cuando los médicos pensaban que ‘esto no se arregla’ ella creía que si, y se arreglaba. El poder de la fé. Nunca le pareció nada demasiado tarde, a los ochenta y algo se le ocurrió que siempre había querido tocar el piano y por qué no, se compro uno para aprender a tocarlo. O se preguntaba si debía aprender computación. Cuando estaba en B y uno estaba ya en tono de que bueno "vamos a ver qué pasa…”, ella hablaba de su futura fiesta de cumpleaños de cuando cumpliera la próxima decena y la cumplía. No faltó a ningún evento, lloviera, tronara o se sintiera pal’caracho siempre encontró fuerzas para participar de una navidad mas, del casamiento de Marcos, de todo, e incluso para hacerlo en gran forma y entrar caminando, a pesar de no poder hacerlo y que le costara unos cuantos días de recuperación después. Los demás siempre estaban primero.
No da para listar todos los problemas de salud que tuvo, en que todos pensábamos “pah, esto es terrible, no se va a recuperar” y siempre lo hizo. Ganas de vivir. Pensar que cuando yo me fui – en el 2002 – al despedirme pensé que era la última vez, y sin embargo cinco años más tarde me despedí tantas otras veces. Esta vuelta parece que ya no… y si bien estuve hace poco por Uruguay y por su casa, la capacidad de negación intrínseca que uno tiene hizo que tampoco me despidiera tanto, ella habló de cuando cumpliera 100 y yo ya pensé que igual podía ser nomas. Vamos, que después de todo el optimismo y la idea de que la vida es bella, se ve que es parte de la hemoglobina familiar.
En realidad creo que ella también debe, a esta altura después de 5 años con hemiplejia y sin poder circular mucho, estar un poco cansada de pelearla, sin poder disfrutar de las cosas que para ella siempre fueron importantes, encargarse de hogar de niños que fundó con su marido, tocar el piano, como jugar a las cartas, reunir gente, leer, caminar, visitar a los presos y sus diversas actividades de caridad. Y si es así, uno debería aceptarlo por ella… a veces también uno le pide a la gente que viva más, y lo hace por uno, y no por ellos. Igual es difícil. Incluso cuando alguien realmente ha vivido una vida plena, una buena vida, igual es difícil aceptar que tiene que tener un fin… Solo podés desear que sufra lo menos posible, que ya ha pagado su cuota, y si hubiera – o es si es que hay – una cuenta de tipo ‘debe/haber’ de karma en esta vida, la tía tendría más que saldo positivo y debería tocarle lo mejor. Su vida es un poco como esa idea paradójica de que la gente que menos tiene es la que más da, en el caso de la Tía es semejante, no es necesario haber tenido la vida más feliz de todas para que veas al mundo color de rosa y seas causa de felicidad en los demás.
Así que mientras internan a la tía, y le enchufan la morfina para que la pase mejor, desde acá uno piensa que éste es uno de esos momentos en que es difícil estar lejos. En que debería haber llamado días atrás por su cumpleaños y en que poco importa el cariño cuando no se demuestra. Pero es egocentrismo nomas, porque en el momento no importa si yo llame o deje de llamar, si demostré o deje de demostrar, no importa yo, sino ella. El cíclo de la vida continua, y aun que haya momentos malos la vida es bella. Ella no lo querría de otra forma.
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